Durante la Colonia, Kotosh fue conocida como una huaca prehispánica, siendo expoliada por los buscadores de tesoros. Hasta antes de ser redescubierta en la década de 1930 tenía la apariencia de un promontorio natural. En 1934 Javier Pulgar Vidal identificó en la zona fragmentos de cerámica preinca. Al año siguiente fue visitada por el célebre arqueólogo Julio César Tello quien lo consideró un yacimiento arqueológico de mucha importancia. Tello dedujo que la cerámica de Kotosh estaba emparentada con la alfarería chavín, lo que abonaba a favor de su hipótesis de la llegada del hombre de la selva a la sierra. Kotosh, de acuerdo a este planteamiento, habría sido un eslabón importante en el surgimiento de la civilización peruana, cuya cultura matriz fue Chavín.
Tras la muerte de Tello, no hubo más investigaciones en la zona, hasta que en 1960 la Universidad de Tokio envió una expedición al mandó del profesor Seiichi Izumi, conformada por el arqueólogo Toshinico Sono, el antropólogo Kazuo Terada y otros especialistas. El equipo removió escombros en Kotosh, hasta encontrar los restos de una antiquísima construcción del precerámico, al que llamaron el Templo de las Manos Cruzadas, debido a que, en dos de sus paredes, en la parte inferior, descubrieron relieves de barro modelado en forma de brazos cruzados, de significado misterioso, aunque aparentemente de connotación religiosa.
Tras un paréntesis, en 1963 retornó Izumi al Perú, trayendo consigo un equipo de especialistas mayor que el de 1960, con el propósito de dilucidar definitivamente el misterio del Templo. Los arqueólogos desenterraron totalmente el templo de las Manos Cruzadas, confirmando que era del precerámico, al no hallarse vestigios de alfarería (hacia 1800 a.C.). Los restos de cerámica recién se hallan en la siguiente estructura superpuesta, llamada el Templo de los Nichitos. Asimismo, se estableció para la cerámica de Kotosh una larga secuencia, que llega hasta el Intermedio Temprano.
El Templo de las Manos Cruzadas
Como ya se anotó, el Templo de las Manos Cruzadas es el más célebre de los recintos ceremoniales hallados en Kotosh. Tiene forma rectangular y mide 9.5 m de largo por 9.3 m de ancho. Se ingresaba por el sur, por una portada de 2.15 metros de alto.
Sus muros, de 2.4 a 2.8 m, fueron enlucidos con una fina capa de barro color blanco-crema y engalanados con nichos y hornacinas grandes de forma trapezoidal. Debajo de dos de estos nichos se descubrieron las famosas manos cruzadas modeladas en terracota, que los arqueólogos tuvieron sumo cuidado de no dañarlo. El significado de esta representación es un misterio. Los investigadores japoneses dijeron que podía significar amistad, acercamiento, bondad. Otros estudiosos opinan que las manos fueron el elemento fundamental en el templo, pieza básica de un rito de la que sería la primera gran religión americana. Es más bien probable que el relieve pudo ser parte de una efigie mayor, que ya no se conserva.
Como todos los templos de su tradición, el piso está dividido en dos niveles con un fogón central en el nivel inferior y un conducto de ventilación subterráneo, por donde salían los humos, hacia el exterior.
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